miércoles, 20 de febrero de 2008

El Euro parisino

Para poder considerarse pobre en París, tendría que haber ahorrado primero...

Es una pena entre el ajetreo haber tirado el envoltorio de esas dos lonchas de pavo a 3 euros, euro y medio por loncha, con las que sin duda la mano de mono de pedir deseos de Homer hizo ese sándwich seco, en su favor hay que decir que por lo menos no estaba cortada con microtomo.

El transporte público, con un olor especial, no se si por las tiendas de fruta de los pasillos o por mi pituitaria made in yo, tampoco era regalado, y encima el último día nos enteramos de que existía un abono semanal que nos hubiera ahorrado mucho dinero, ya que compramos abonos por un par de días, y con el que no nos hubiéramos quedado con las ganas de visitar el Palacio de Versalles.

Pero el transporte público también nos proporcionó un momento gañanaco, que siempre alegra la vida.

Vas a otro país y te sientes como un aldeano la primera vez que sale de su pueblo a la gran ciudad procurando no dar el cante, intentando entrar con tu billete normal, sin meterlo en la canceladora, porque todo el mundo lo hace, hasta que después de 5 intentos se te enciende una bombilla y te das cuenta de que hay dos tipos de billetes, y el tuyo es como el de toda la puta vida...


El próximo día os contaré las inenarrables hazañas del zumo de pomelo.

Como dijo ******: Ríe cuando estés triste, llorar es demasiado fácil.

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