viernes, 8 de febrero de 2008

Con los pies en la tierra y los ojos en el cielo

Tras liberarme del yugo pesado que a penas dos semanas me ha mantenido más lejos de lo normal del cumplimiento de mis deseos diarios, como primera medida de compensación fue la noche de las estrellas. Aunque se me caía el alma al suelo y los parpados también, conseguí aprender mogollón.



Cuentan que un día se hallaba Artemis cazando cuando se le apareció en medio del bosque el gigante Orión. Este la vio joven y bella e intentó "seducirla". Pero Artemis era una divinidad casta y para defenderse reclamó la ayuda de un alacrán. Este alacrán picó al gigante mortalmente y la liberó. Los dioses transformaron tanto al escorpión como al cazador en constelaciones. Orión siempre acompañando de sus dos perros, el Can Mayor y el Can Menor, se encuentra en invierno hacia el sur, justo en el lado opuesto del cielo que el  Escorpión, por eso cuando Orión aparece por el cielo del este, el Escorpión desaparece por el cielo del oeste y cuando el Escorpión aparece, Orión desaparece, y así sin terminar jamás, pues persecución es eterna e implacable.
Al Boyero se le identifica con el ateniense Icario. El dios Dionisio enseño a Icario el secreto de la elaboración del vino. Después, Icario regaló vino a unos labradores que lo bebieron hasta embriagarse y convencidos de haber sido envenenados, lo mataron. Erígone (su hija), buscó la tumba de Icario, y cuando la encontró, se ahorcó. Zeus la llevó al cielo, donde ahora es la constelación de Virgo. Icario se convirtió en el Boyero.

Como dijo ***** *** ****: El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan... demasiado rápido para aquellos que temen.... demasiado largo para aquellos que sufren.... demasiado corto para aquellos que celebran... pero para aquellos que aman, el tiempo es eterno.

No hay comentarios: