domingo, 21 de febrero de 2016

El dolor de los campos aledaños

Darse cuenta de lo delicado de algunas sensaciones... como él que la primera vez que se la juega, lo pierde todo... 

Momentos en que los recuerdos se merecen más tiempo que la propia vida. Cuando no es lo que deseamos justo ahora lo que se antepone a lo que realmente queremos, sino el ruido del pasado, aunque el pasado fuera ayer.

Como un vaso caliente de cristal en el que vertimos agua fría de golpe, rompiéndose en mil trozos. Los grandes parecen los más importantes, pero son los más fáciles de recoger. Son los pequeños fragmentos los que se nos clavan días después en los pies descalzos.

Todos pierden en la carrera armamentística del dolor. Todos mienten cuando empiezan a querer. Querer no es amar y para amar no vale con querer. 

Como un mueble viejo en una casa nueva, como algo que solo extrañas cuando no está, como la permanente compañía de la soledad.

Ya, no me creo nada, ahora que todo es verdad.


La soledad no está tan sola...

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