El recorrido duraba lo mismo, pero sin duda el tren era mucho más cómodo, aunque solo fuera por tener la ocasión de levantarse del asiento.
Las horas iban pasando y la sensación de estar huyendo de algo invadía su cuerpo. Se mezclaba con una parte de nostalgia y otra de miedo a lo desconocido, aunque en realidad todo estaba igual que siempre.
Perdido en unos pensamientos nada concretos, observaba en la ventanilla el reflejo de unos ojos que comenzaban a desbordarse en lágrimas.
Un grito de "Hay algún médico presente" le sacó de su aislamiento entre algarrobos difusos, se levantó y corrió hacia el primer vagón donde permaneció el resto del viaje.
Para entonces todo era un sueño, una bruma, unas reflexiones que iban de ninguna parte hacia ningún lugar.
Otro capítulo que terminaba como el anterior.
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