Hace ya una semana que llegamos un lunes al aeropuerto Galileo Galilei dejando atrás comodidaes y bienestar para enfrentarnos a un muro de incertidumbre, desasosiego y problemas. Bajamos del avión sin ni siquiera saber dónde dormiríamos esa misma noche con 6 gigantescos maletones como equipaje, en el cual no habíamos podido meter ni un sólo resquicio de tranquilidad. Acabamos durmiendo en un camping por 45 euros la noche, con Carol vomitando la comida y la pequeña cena por un baño en el que sus paredes de papel rugían una reunión de la ONU con Ingleses, Alemanes y Australianos partiéndose el culo alrededor de la invisible mesa de cervezas vacías. A falta de uno nos pusimos un médico de fondo en el portátil y conseguimos dormirnos adentrada la noche.
Por la mañana Ana, que ha sido un flotador incansable ante la mujer obesa e histérica que éramos nosotros, nos acompañó al único piso que había encontrado para nosotros. La verdad sea dicha, aquel martes por la mañana la casa nos pareció, después de haber puesto el 99 por ciento de esperanzas en ella, deprimente. Pedimos al casero cinco minutos de reflexión y nos dejó, bastante tocados, en el portal de la casa debatiendo nuestra situación. Ana tenía alguna casa más pero ese mismo día había llamado y le habían dicho que ya estaban cogidas.
Nuestra situación era ésta. Habíamos gastado 250 euros para venir a ver casas a principios de septiembre y no habíamos logrado ver nada que nos gustase y que estuviera razonablemente bien de precio. En aquél momento decidimos no precipitarnos en coger algo malo y caro y esperar vientos mejores. Tendrían que salir más pisos porque había muy pocos anuncios, habíamos llamado a todos, y la avalancha erasmus aun no había llegado. Ahora nuestra situación era muy diferente. Abocados al dos de octubre sin poder haber hecho nada desde Madrid, ya que todas las casas a las cuales Ana (otra vez) había visitado para nosotros exigían que estuviésemos allí para cerrar el trato, en aquel portal reunidos se nos juntaron los pesares y los miedos.
Así que decidimos tirar por la calle de en medio. Ana nos dijo que la casa estaba bastante bien, a pesar de nuestras impresiones. El precio de la casa se ajustaba bastante a nuestras posibilidades. Seguir buscando algo mejor nos iba a costar 45 euros la noche y a dia 2 de octubre las probabilidades de encontrarlo habían caido drásticamente. Subimos a ver al casero y aceptamos la casa. Nos fuimos hacia el camping aun con dudas de si aceptarla o no. Pasamos la tarde descansando la mala noche y buscando infructuosamente algún punto de internet en el que seguir viendo alguna casa.
Al acostarnos hubo más malas noticias desde Madrid cuando nosotros no lográbamos lidiar con lo que teníamos aquí. El muro se nos caía encima.
El miércoles amaneció soleado. Recogimos la habitación del camping, dejamos un par de maletas allí y nos vinimos a la casa. La noche se había quedado con parte de nuestra carga. Habíamos decidido ya aceptar la casa. Saber que tendríamos un sitio donde refugiarnos cuando el chaparrón nos calase hasta los huesos fue como mirar atrás y ver caído al muro que se había derruido mientras nosostros escapábamos por una rendija. La noche del miércoles la pasamos entre licores y cervezas, de risas entre húngaras e italianos.
Hace una semana que llegamos al aeropuerto Galileo Galilei. Ahora nuestra casa está a sólo dos minutos andando (de reloj) de la puerta del aeropuerto. La casa se ha transformado ante nuestros ojos aunque a ojos de otros siga siendo la misma. Yo ya le he cogido cariño a estas cuatro paredes de blanco eterno en las que nos hemos hecho un hueco. Hemos arreglado un par de cosillas, hemos hecho limpieza a fondo, hemos organizado nuestras cosas, nos hemos duchado y nos hemos preparado comidas calientes. Hasta hemos tapado nuestro primer trozo de pared con un pequeño mapa de la ciudad (lo que sea con tal de ir cubriendo trozos de blanco). La casa empieza a gustarnos bastante y comenzamos a llevarnos más con los compañeros de piso.
En una semana el mundo a girado y nosotros hemos dado un par de vueltas más.
Y estamos bastante bien. Quizá podría decirse que muy bien, pero quien sabe, hablaremos dentro de una semana.
1 comentario:
Vaya... xo cuanto stress. Pero bueno me alegro de k ya os steis aciendo con la casa, desde luego la cocina no tiene mala pinta jeje.
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