En la cama no hacía frío, incluso se hubiera estado a gusto si no fuera por lo que era.
Bajo las sábanas un montón de brazos y piernas sin sentido.
Él miraba fijamente al techo. La luz estaba apagada, la habitación se iluminaba por una pequeña lámpara que había en un lateral.
No podía despegar sus ojos de los finos filamentos de la bombilla, tan delicados y sin embargo capaces de iluminar toda una estancia solo con accionar un interruptor.
Qué efímera era la vida y como se le atragantaba.
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