Este tatuaje, descolorido y embellecido con los años, que me recuerda quién y qué soy. Este escritorio donde quedan las notas de nuestros posos. Caminando por este filo con el que me suicidé, que me indica el fino camino a recorrer, que viene de un doloroso pasado y se extiende hacia la niebla. Esta sangre de las heridas que al tropezar me abre este filo. Estas cicatrices que ya son callos, botas de punta de hierro, y que me permiten seguir caminando. Este cartel de "Peligro, manténgase alejado" que se empeñan en desobedecer incautos. Esta costumbre a la mochila con la que me era imposible levantarme. Este viaje en el vacío, en el espacio exterior, entre las estrellas, donde el sol ni se levanta ni se pone, en busca de asteroides y cometas. Esta armadura de púas con las que me defiendo del querer. Este agua con sal que me regalan a cambio. Este paso del tiempo, este olvido, esta memoria que me pierde cosas y me clava otras, esta eterna mirada perdida. Estos cuchillos que conseguí devolver y estos otros que mi cabeza se empeña en esconder en bolsillos escondidos. Estos díscos que desde 2013 no son Extremo, sino Robe, con sus mismas mierdas, pero Robe.
Estos momentos en los que el café de la mañana se acaba y al mirar dentro de la taza se ven unos puntos negros en el fondo. Qué pequeños son. Y sin embargo le han dado al café ese sabor intenso, algo amargo, que he tenido que endulzar. Ese sabor que me acompaña al despertar y que me mantiene alerta todo el día.
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