Vivimos un presente en el que las sensibilidades están a flor de piel. Tenemos tantos derechos que apenas distinguimos la libertad de la opresión.
Entre los temas de moda, la igualdad. Curiosamente la igualdad de género, o en el género, es decir, hombres y mujeres (no me quiero meter en mayores berengenales) somos iguales.
Y me da la risa.
No, no somos iguales, no hay una mujer igual a otra, ni un hombre igual a otro, ni que decir tiene que tampoco hay una mujer igual a otro hombre.
Entiendo que ha habido y aun hay, grandes barreras de pretensiones entre hombres y mujeres, pero seamos realistas, ¿sólo entre hombres y mujeres?
Personalmente me han discriminado por mi género, por mi forma de vestir, por el corte de pelo, por mis gustos, por mi forma de pensar, por mis creencias, por mi estatura... la lista es larga, y el género no ha sido nunca lo que más me ha martirizado ni mucho menos. ¡¡Si hasta he sido becaria!!
Ahora todos somos TODAS, nos ofende que el género neutro sea masculino, pero nos dan igual el resto de desigualdades.
En un mundo perfecto habría equidad, es decir, que se nos exigiría, daría y consideraría respecto a otros en función de nuestras propias características. No entiendo porque una equivalencia en genero es más justa que en altura, coeficiente intelectual o habilidades plásticas, por ejemplo.
Alguien podría decirnos que si todos somos iguales, porque hay que ceder el asiento a una persona de avanzada edad, o con muletas... ya que según el principio de la igualdad, todos somos iguales. Esto se debe a que lo que en verdad necesitamos es equidad.
Sí entiendo que es necesaria cierta lucha, ya que hay personas que por su educación consideran que hombres son mejor que mujeres o que mujeres son mejor que hombres, pero no podemos limitarnos a esto. Esta lucha no se puede quedar ahí.
También sé que determinados "colectivos" se han visto históricamente más perjudicados que otros y no podemos olvidarlo.
También sé que determinados "colectivos" se han visto históricamente más perjudicados que otros y no podemos olvidarlo.
El ser humano es clasificativo por naturaleza, nos encanta meter las cosas en cajas, y esas cajas en otras cajas, clasificándolo todo. Necesitamos etiquetas y manuales de instrucciones.
Si solo solucionamos la desigualdad en materia de género, cuando termine esa batalla nos encontraremos con otra en materia de color de piel, gustos musicales, fruta favorita... la guerra no necesita grandes argumentos.
Mi forma de afrontar las "desigualdades" es comportarme como si no existieran. No las entiendo, no las comparto, no las acepto.
Y en mi día a día he descubierto que en la mayoría de la ocasiones, cuando no normalizo esas diferencias como algo relevante, las personas de mi entorno dejan de hacerlo.
Quizá simplemente soy una afortunada.
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