Estaba en la cama (estoy), y como cada noche, evitando el sueño me asaltan mil disertaciones. De pronto he caído en la cuenta de que ya nunca escribo y no es porque no tenga grandes historias en la cabeza. Las verbalizo mentalmente, con su prosa, su estilo, su verborrea... pero nunca llegan al papel... quizá demasiado lejos, quizá demasiado frágil...
Y no sé como, ya ha pasado mucho desde que el pensamiento se originó, he pensado en que suelo bromear sobre que sacarme el carné de conducir fue la peor experiencia de mi vida, y no es que no esté entre las primeras (que lo está, y mucho), pero hay una peor claramente. De ahí he pasado a pensar en la tercera, y la cuarta me ha hecho sonreír.
La primera, y por desgracia no la última, vez que me rompieron el corazón. Da igual que no fuera real, da igual que no nos conociéramos, tampoco importa que yo estuviera con otra persona.
No sé si fueron horas, días, semanas... no llegaron a meses.
Recuerdo que cuando me contó que había conocido a alguien pensé algunas cosas, que realmente debía ser especial para hablar así de ella, una parte de mi solo creía que era la mala escusa de un cobarde, me inquietaba que me importase tanto cuando yo en realidad no estaba dispuesta a nada, y entre risas y lágrimas me preguntaba porque a ella si la había podido besar después de estar conmigo pero al revés no.
Ahora que caigo, creo que estuvieron bastante tiempo juntos, no sé muy bien como acabó esa historia.
Recuerdo reírme mucho, recuerdo locuras, compramos una botella de tal vez ron y celebramos nuestro entierro en vida, curiosamente al final de esa noche acabé visitando a la otra persona que mucho después se ganaría mi corazón de un modo que hasta entonces yo no entendía.
Recorrimos las calles de Madrid de acera en acera muchas noches, o tal vez solo unas pocas muy largas.
En una ocasión me destrocé las rodillas en el suelo de un parque después de andar lo que me pareció demasiado para comprar condones, y ni si quiera recuerdo si esto fue antes o después.
Tras mi despecho, le hice un gran regalo, estuve a punto de no hacerlo, no por rencor ni nada de eso, quería hacerlo, sabía que era algo que quería ese amigo que aún quedaba en él, pero me asustaba que pensase que los motivos eran otros. Una amiga me dijo, "si te apetece, hazlo" y eso hice, y sigo haciendo desde entonces.
Me traiciona la memoria sobre momentos, pero recuerdo que sin haber nada siempre hubo algo. En una ocasión se coló en mi ducha. Sinceramente nunca hecho el pestillo del baño, llamarme paranoica pero no quiero resvalar y que pasen horas hasta que alguien me encuentre desangrada en la ducha. Lo último que me esperaba es que alguien entrase, pero reconozco que fue divertido, y es una anécdota que no he contado lo suficiente.
Sé que nos hicimos promesas que no cumpliremos, posiblemente porque ni yo soy la persona que era cuando lo prometimos, ni él es ya la persona a la que se lo prometí.
También sé que él nunca creyó la historia de que llevase un tatuaje por su desamor, creo que nunca creyó en que hubiera amor, pero así son ambas cosas, al menos a mi manera.
Una vez él escribió un relato que yo nunca entendí.
Y aunque somos dos extraños que intentan no serlo en ese par de ocasiones que se ven al año, que piensan que tal vez algún día vuelvan a descubrir la amistad que hubo, siempre nos quedará París (Texas)
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