Después de muchos ires y venires de la vida, parece que por fin. Antes de empezar a viajar, comenzaré con los precedentes.
Recuerdo que la primera vez que me plantee hacerlo fue en el instituto. (Acabo de releer hasta este punto y en fin...jajajaja) Quería ir con mi prima y por aquel entonces aun nos embargaba a las dos esa irracionalidad que tienes cuando se juntan fe y falta de conocimiento.
El que era mi novio (mi primer novio y quizá la relación más seria que tuve hasta mucho tiempo después) quería acompañarnos. Nunca he conocido a una persona atea más irrespetuosa con la religión que él, así que no le considerábamos digno de acompañarnos, o algo así.
A veces me obligo a enorgullecerme por lo mucho que he crecido, pero lo que realmente siento es vergüenza por alguna vez haber pensado semejantes tonterías.
Después pasaron los años, muchos, en los que entre estudios y trabajo apenas si tenia tiempo para juntar más de una semana para hacer nada.
Pronto empecé a disponer de tiempo, en invierno, pero no acababa de convencerme semejante aventura con tal clima.
Hasta que un día siendo consciente de que ya no volvería a tener vacaciones en otra época y que tendría que adaptarme a lo que había, volví a planteármelo en serio, solo que en esta ocasión había un contra adicional: La familia había crecido y ahora eramos un perro más, mi querido cabroncete.
Cuando decidimos acogerlo tenía muy claro que era para lo bueno y para lo malo, así que al camino nos iríamos todos. La idea parecía buena, hasta hay páginas que asesoran sobre el camino con perros. Ninguna me ayudo mucho, el transporte hasta el punto de inicio, los albergues limitados, la mayoría de ellos solo te permitían dejar al perro en la calle... No nos convenció.
Dos años después, con una vida completamente diferente pero increíblemente mia, ya tengo fecha.
El 7 de febrero por la noche comienza mi camino.
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