Estando en la cama, los gruesos muros de mi casa me hacen sentir aislada de todo. De todo menos de los ruidosos vecinos. Malditas y finas paredes. Solo espero molestarles como poco lo mismo que ellos a mi.
Estoy pensando ponerme una alarma más desagradable que el dulce ronronear de Perry el ornitorrinco.
Me contaba una amiga el otro día que su vecino se había ido unos días de vacaciones y que había olvidado quitar la alarma del despertador, el cual puntualmente sonaba cada día hasta que se aburría.
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