lunes, 23 de diciembre de 2013

Melón con Jamón

Lo mejor de trasnochar es madrugar al día siguiente, te asegura el combo, cansancio, mal humor y si te pones hasta dolor de cabeza. Pero como dice el dicho, ha quien madruga dios le ayuda, por lo visto 
a mi hoy dios me ha dado melón con jamón.

Y no, no estaba bueno, ni el melón ni el jamón... qué típico ¿verdad?. Pero allí estaba yo, sentado en la mesa del restaurante, mirando por una ventana el ajetreo de una ciudad dormida que se despierta, el frío, la claridad de un día que apenas ha comenzado, el trajín de los ires y venires de desconocidos que se chocan en los pasos de cebra... Y en frente, detrás de todo ese sueño que tenía, podía ver dos pequeños ventanales, me atrevería a decir que más que un tamaño reducido pasaban desapercibidos por tener las persianas prácticamente bajadas, cualquiera que no se fijase, los pasaría por alto seguramente. Por el escaso margen que dejaban se divisaba tímidamente, o más bien se intuía, el mar, deslizándose sobre la arena de la playa, dorada por el sol que poco a poco se alzaba y que a medida que pasaban los segundos, me pegaba en la cara con más intensidad.

Era el momento ideal para una gran reflexión, el sol y yo, cara a cara, tan cerca y tan lejos, pero estando bañado por esa sensación de calor no pude evitar soltar una carcajada al oír a una chica quejarse de que había vuelto a confundir el zumo de zanahoria con el de pomelo.

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