El otro día leía en el periódico El País, un articulo escrito por Ramón Lobo.
Me gustó bastante, en el sentido de que decía verdades como puños, no en el hecho de que lo que cuente sea verdad, eso es más bien es un poco triste.
Aquí os dejo un corta-pega de parte del mismo.
En un mundo tan acelerado e hiperinformado, en apariencia, las noticias internacionales ya no se mueven de hecho en hecho, ahora lo hacen de acontecimiento histórico en acontecimiento histórico. No son capas de una cebolla que impulsan una opinión pública paulatina, crítica y sólida. La información nos cae encima televisada, como una losa. Cada palabra que se pronuncia o escribe, cada decisión política publicitada, entierra a la anterior. No viajamos por el conocimiento, solo por el olvido.El accidente de la central nuclear de Fukushima enterró a las víctimas del terremoto-tsunami; y a los supervivientes, sobre todo. Dejamos de interesarnos por las personas y empezamos a hablar de átomos. Todo Japón enterró a toda Libia, que a su vez había enterrado a Egipto, que a su vez enterró a Túnez.
Ha llegado un momento en que la relevancia de los acontecimientos se marca por pautas muy similares a la moda, esto nos hace pensar en cosas tan aberrantes como que hay vidas que valen más que otras, o catástrofes que merecen más o menos difusión por terceras razones.
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