Venecia se hunde, es algo ya patente desde hace varios siglos. Antaño la solución consistía en subir periódicamente las aceras y los suelos de las casas, dejando enterrado parte del edificio y su patrimonio. En los próximos cien años, con esta técnica,
Venecia perdería 68 centímetros más, algo que muchos edificios ya no pueden asumir.
En 1966 una marea alta acompañada de fuertes vientos elevó el agua hasta casi dos metros de altura sobre el cero mareográfico, debiendo ser evacuada la isla de Pellestrina. El estado italiano comenzó entonces una búsqueda de soluciones al problema de Venecia.
Treinta años después se inició el proyecto
MOSE o Moisés (MOdulo Sperimentale Elettromeccanico).
Venecia está situada en una laguna con tres salidas al mar. En cada una de estas tres el proyecto contempla instalar un portón para impedir el paso del agua en momentos de marea alta. El sistema consiste en una construcción de acero hueca que se vacía y llena de aire a demanda. El portón se eleva cuando está hinchado impidiendo así el paso del agua.
Pero desde el primer instante hubo muchos detractores del proyecto. Entre ellos el
actual alcalde de la ciudad. Y las razones que esgrimen tienen su peso. Paso a contaros unas pocas.
El sistema diseñado es inestable. Un sistema es estable es capaz de disponerse pasivamente, por si mismo, cuando las condiciones valoradas para su realización varían. Esto es, si la marea sube el portón debe compensar este efecto por sí mismo y sin gasto extra de energía. El proyecto MOSE, o Moisés, es inestable. Y es inestable no sólo porque a medida que sube la marea se debe hinchar el portón progresivamente, sino porque debe activamente compensar el efecto de las olas además del de la marea o el viento. Para hacernos una imagen mental debemos pensar no en las mejores condiciones, sino en las peores, olas intermitentes de varios metros durante largos períodos de tiempo con rachas variables de viento. Al ser un sistema inestable que debe recalcular su estado en cada instante el consumo de energía es extremadamente alto.
El proyecto ha realizado sus cálculos en base a una vida útil de 50 años y un impacto ambiental de 100 años. Teniendo en cuenta que cada una de sus partes metálicas debe cambiarse al menos entre una vez cada 5 años y 16 veces cada año, (lo cual incluye el propio portón a través de una especie de plataforma móvil en menos de 16 horas), el coste de la operación es estratosférico. Por si fuera poco, a partir del tercer año de funcionamiento el mantenimiento será sólo responsabilidad de las autoridades locales, es decir, sólo las ciudades afectadas asumirán el coste económico.
El proyecto ha sido probado a ¼ de su tamaño real, pero en los diseños a escala estaba anclado a una estructura de acero, no a unas tierras fangosas que son la causa primera de todo este embrollo.
Además un cierre demasiado constante de las compuertas conlleva un estancamiento de las aguas, perdiendo así sus características marítimas y lagunares para aumentar las pantanosas con el consiguiente impacto ambiental sobre la flora y fauna actuales.
A pesar de todo esto y de las continuadas protestas y demandas judiciales, el proyecto que será irreversible una vez finalizado, sigue adelante con más del 67% completado.
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