Yako es mi fiera. Es un mestizo de Alaska malamuten con posiblemente un mestizo de Pastor Belga. Cuando era un cachorrillo parecía más un Alaska, aunque negro, ahora sin duda tiene más rasgos de pastor. Para mi es un chuchillo, negro, con calcetines y pecho blanco.
Tiene unos siete años, pero parece un cachorro, quizá este demasiado loco, en parte por nuestra culpa.
Nuestro perro anterior, Black (el de toda la vida), se puso muy enfermo, pulmones encharcados, problemas de corazón, no comia, cada vez iba a más, así que no nos quedó más remedio que sacrificarlo.
No queríamos más perros porque resulto muy dolorosa esta perdida. Pero había una camada de cachorros en el mismo veterinario de esos a los que matan si no se los llevan y mi madre al verlo decidió traérselo a casa.
A pesar de que yo estaba reacia a querer a otro perro (toda la familia realmente), me daba penita no hacerlo, y jugaba con él, en un trozo de cesped de apenas dos metros que hay en mi patio.
Ahora es donde más le gusta estar, a pesar de que han puesto en todo el centro una palmera y apenas deja sitio (y a pesar de que a mis padres no les gusta nada que juguemos allí)
No le hace ninguna gracia el agua, pero la nieve le encanta, eso que la ve muy poco la verdad.
Le dan pánico los cohetes y los truenos, el pobre llora desesperadamente. Y este septiembre hemos descubierto que le vuelven loco los higos, se los come a mordisquitos de la higuera.
Es un perro peculiar la verdad, consiguió ganarse mi corazón con el tiempo, aunque nos ha costado mucho a los dos.
Una vez me mordió, así que estuve sin hacerle ni caso un par de semanas, y desde entonces no ha vuelto a pasar nada parecido.
Ahora me encanta revolcarme con el por el suelo, y jugar a perseguirnos, aunque a veces me hace daño y me enfado con él.
Como dijo ****: ¡Guau!