Pocos segundos después de terminar mi amigo Zarco la relación de sus amores, llegamos al cementerio. El cementerio de *** no es otra cosa que un campo yermo y solitario, sembrado de cruces de madera(...)
Allí descansan, en la fría tierra, pobres y ricos, grandes y plebeyos, nivelados por la muerte.
En estos pobres cementerios (...) sucede con frecuencia que, para sepultar un cuerpo, es menester exhumar otro o , mejor dicho, que cada dos años se hecha una nueva capa de muertos sobre la tierra(...)
Figuraos, en un rincón del campo santo, una especie de pirámide de huesos, una colina de multiforme marfil, un cerro de craneos, fémures, canillas, húmeros, claviculas rotas, columnas espinales desgranadas, dientes sembrados acá y allá, costillas que fueron armaduras de corazones, dedos diseminados..., todo ello seco, frío, muerto, árido... ¡Figuraos, figuraos que horror!
(...)¡Y que risa insultante tienen las calaveras!
Pero volvamos a nuestra historia. Andábamos Joaquín y yo dando acrúlegamente con el pie a tantos restos inanimados(...) las miradas del juez quedaron fijas en uno de aquellos globos de marfil...
- ¿Qué es esto? - exclamó, retrocediendo un poco. - ¿Qué es esto, amigo mio? ¿No es un clavo?
Y así hablando daba vueltas con el vastón a un craneo, bastante fresco todavía, que conservaba algunos mechones de pelo negro.
Miré y quedé tan asombrado como mi amigo... ¡Aquella calavera estaba atravesada por un clavo de hierro!
La chata cabeza de este clavo asomaba por la parte superiro del hueso coronal, mientras que la punta salía por el que fue cielo de la boca.
¿Qué podría significar aquello? (...)
El Clavo- PEDRO ANTONIO ALARCÓN
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